Por Andrés Valencia (*) (**)

La producción de soya en Colombia, al igual que en el caso del maíz amarillo -en blanco no lo es tanto-, es deficitaria con relación a las importantes necesidades de consumo, no solo para la alimentación animal, sino aquella con destino al consumo humano, particularmente, el mercado de aceites.

A pesar de ello, la producción de la oleaginosa se ha multiplicado por 3 entre 2010 y 2024 -estimada-, al pasar de 65.1 mil toneladas, en 31.663 hectáreas, a 203 mil en 87.518 hectáreas. Las cifras muestran el importante repunte en la producción y las áreas en los últimos 2 años, particularmente en 2023, cuando se registraron las siembras más altas del siglo.

Para 2024 se esperan un poco menos de siembras, pero mayor producción por cuenta de los incrementos en la productividad gracias a los desarrollos agronómicos, principalmente en la altillanura.

La productividad, si bien ha sido oscilante, ha tenido tendencia creciente y está demostrando que Colombia, en especial la Altillanura, tiene un potencial interesante para crecer competitivamente; para la cosecha del primer semestre de 2024 se han tenido lotes de producción con productividades similares a las de Estados Unidos y Brasil, que se ubican en 3,4 toneladas por hectárea.

La producción de soya de la Altillanura ha permitido cambiar el balance del consumo aparente de la oleaginosa en Colombia, y desde 2018 ha contribuido a la disminución de las importaciones de fríjol, cuando se compraron cerca de 650.500 toneladas, a las 460.000 con las que podrían cerrar las importaciones en 2024. Ello podría significar la reducción de 29,4% en las compras externas para este año.

El comportamiento de la producción, y las importaciones desde 2018, ha permitido que el consumo aparente de fríjol-soya haya venido reduciendo su dependencia a las compras externas desde 91,3%, hasta 69,4% para 2024, si la producción llega a los niveles esperados.

La autosuficiencia pasaría de 8,7% en 2018 -la más baja en 15 años-, a 30,6% en 2024 -la más alta en el mismo período de tiempo-. La gráfica de abajo da cuenta de una reducción en el consumo aparente de fríjol-soya, desde el pico de 2019, cuando se consumieron 713.000 toneladas, hasta 662.000 en 2024 lo que significaría la caída de 7%.

Al analizar el consumo aparente con la torta de soya y el aceite, incluidos, se puede apreciar que las necesidades de frijol-soya en Colombia serían considerables, en particular por la demanda de torta para la industria de alimentos balanceados y la de aceite refinado para la industria alimenticia.

Como se aprecia en la gráfica siguiente, al incluir las importaciones de aceite y de torta de soya en su equivalente en fríjol, la demanda de Colombia por el producto importado subiría a 4,2 millones de toneladas para 2024, donde el aceite y la torta estarían explicando el 89% del total de las compras externas y 85% del consumo aparente para el año en curso.

En la medida en que exista el diferencial de precios entre el frijol y la torta, sumado a una producción creciente de la oleaginosa en el país, es probable que la sustitución de importaciones de soya crezca con el tiempo, pero muy posiblemente limitada al grano.

Mientras no exista mayor capacidad de transformación, lograr reemplazar parcial o totalmente las importaciones de aceite y/o de torta, será un desafío sumamente complejo de alcanzar.

Las cifras de importación de derivados de la soya muestran, que tanto las importaciones de aceite como de torta, registran descenso entre 2022 y 2023, para llegar a 1,4 millones de toneladas para el primer caso, y 2,1 millones para el segundo. La tendencia de las importaciones hasta junio de 2024 permite estimar que las compras externas de aceite podrían subir 19%, manteniéndose por debajo de los niveles que se registraron durante el año de la pandemia.

Para el caso de la torta se estima una ligera disminución en 2024, lo que completaría dos años consecutivos en descenso. A pesar de esta situación, el consumo aparente total subiría a 4,4 millones de toneladas, una cifra similar al consumo de 2018, pero 5% inferior al pico de consumo que se presentó en 2020, cuando se registraron las mayores importaciones de soya y derivados de los últimos 10 años con 4,5 millones de toneladas.

Es bueno anotar que la torta es más barata que el frijol, porque es un subproducto resultante del proceso de extracción de aceite. En el mediano plazo, mientras no exista en Colombia una mayor capacidad para el procesamiento del frijol, las importaciones de torta y aceite seguirán impactando el consumo aparente total de soya del país, y la estrategia de sustitución de importaciones.

Las cifras de la Encuesta Anual Manufacturera del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), ponen de manifiesto la escasa capacidad de producción de la industria nacional, porque las cifras muestran que para al año 2022 se registraron 184.000 toneladas de producción de aceite y 32.000 toneladas de torta. Si bien estas cifras proveen un indicador de producción, también reflejan la baja capacidad de transformación, o de lo contrario las cifras de importación no serían tan elevadas.

Podrían estar reflejando, no solo esa baja transformación, sino que el valor agregado de la industria de aceites no sería de consideración, ya que todo parece indicar que el proceso industrial podría estar más enfocado a la maquila y la mezcla a partir de aceites importados.

De todas formas, no se descarta que parte del frijol-soya importado se involucre en algún proceso de transformación para la producción de aceites, o de otro producto destinado al consumo humano. Según la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI), para 2023ctoda la soya producida localmente se destinó a la producción de alimento balanceado para animales.

De esta manera se podría aspirar a que Colombia estuviera, en el corto plazo, en capacidad de incrementar su producción hasta 600 mil o 700 mil toneladas de frijol-soya, que es el rango en el que se ha movido el consumo de la oleaginosa desde el 2018. Con ello en mente, el aumento total de la autosuficiencia llegaría a 15% con las cifras estimadas para 2024, mientras que la sustitución de importaciones de frijol seria 100%.

Las cifras de la FAO-OCDE (***) muestran que el consumo de frijol-soya podría llegar 859 mil toneladas en 2033, con las importaciones atendiendo el 90% de la demanda y el mercado crecería 1,7% anual entre 2023 y 2033. Este crecimiento no respondería al comportamiento de la demanda histórica del país, la cual había registrado el crecimiento promedio anual de 4,3% entre 2013 y 2023.

Más allá de lo anterior, las posibilidades de expandir la producción de soya, acompañada de la expansión en el cultivo de maíz, permitiría avanzar en la sustitución de importaciones. En el caso del maíz, Colombia tendrá una demanda importante del cereal, acompasada por el mayor consumo de proteínas.

Este crecimiento solamente se podrá dar en la medida que las áreas de soya crezcan, y la rotación se haga con maíz, y la región de Colombia para hacerlo es la Altillanura, gracias a la consolidación de la agricultura empresarial. Además, la Altillanura ha demostrado que el crecimiento de su producción ha permitido jalonar la producción de maíz amarillo tecnificado y de soya.

En el caso de la soya, a partir de 2018 el crecimiento de las áreas ha resultado con mayor producción a nivel nacional, convirtiendo la Altillanura en la principal región productora del país. Las importaciones de frijol han venido disminuyendo en respuesta positiva por la industria de alimentos balanceados, que comprometidos con la producción nacional, han disminuido sus importaciones para absorber la producción de la Altillanura y otras zonas de Colombia.

La correlación entre las importaciones de frijol-soya y la producción de soya en la Altillanura durante el período 2018 a 2024, se aproxima -0.71. Esta correlación negativa indica que en general, a medida que aumenta la producción de soya en la Altillanura, las importaciones tienden a disminuir, y viceversa. Este comportamiento es consistente con la lógica económica, donde una mayor producción interna puede reducir la dependencia del mercado exterior.

Analizando las cifras se observa la clara tendencia al alza en la producción de soya en la Altillanura, pasando de 48.750 toneladas en 2018, a más de 198.000 toneladas en 2024, cifra que es un nuevo pico de producción. En contraste, las importaciones de frijol-soya muestran tendencia a la baja, comenzando en 650.473 toneladas en 2018 y disminuyendo a 459.426 toneladas en 2024.

Esta dinámica confirma lo dicho anteriormente, en el sentido que el incremento en la producción local ha permitido una cierta sustitución de importaciones, lo que resulta en el aumento de áreas de siembra y de las mejoras en la productividad.

Sin embargo, la correlación negativa confirma que la producción interna aumentó, pero todavía existe una dependencia significativa de las importaciones, ratificando que la demanda interna supera la capacidad de producción local, y que esta no cubre ciertos segmentos del mercado, como el mercado de aceites refinados para consumo humano, que mencioné anteriormente.

La tendencia resalta la importancia de continuar fortaleciendo la producción doméstica para reducir aún más la dependencia de importaciones, y asegurar mayor autosuficiencia del frijol-soya en Colombia.

La gráfica de abajo muestra como las áreas de siembra y de producción del país han crecido, a la par con los registros de siembra y producción de la Altillanura. Mientras en 2010 en esta región se daba el 52,3% de las áreas sembradas y 53,3% de la producción nacional, para 2024 las estimaciones muestran que pasarán a 86,3% y 83,7%, respectivamente.

Las siembras de soya en la Altillanura han mostrado crecimiento significativo en los últimos años, lo que ha impulsado positivamente la producción de esta oleaginosa en Colombia. Desde 2018 la superficie cultivada en esta región aumentó de manera constante, reflejando el compromiso creciente por los productores con la expansión del cultivo de soya. Este incremento ha sido posible gracias a factores como la mejora en las prácticas agrícolas, adopción de nuevas tecnologías y el fortalecimiento de las cadenas locales de suministro.

La expansión de la siembra en la Altillanura no solo incrementó la producción total de soya en Colombia, sino que también generó nuevas oportunidades económicas, impulsando el desarrollo rural y fortaleciendo la industria agrícola nacional. La evolución positiva subraya el potencial de esta región, como motor clave para la producción de oleaginosas en el país.

Esto confirma el compromiso del sector agroempresarial, en cabeza de la iniciativa soya-maíz, para generar un panorama sumamente prometedor de expansión de las siembras de soya en la Altillanura, con una proyección que indica el crecimiento robusto en las áreas sembradas hasta 2029.

Para ese año se espera que la superficie total sembrada alcance 195,518 hectáreas, lo que representa un aumento significativo respecto a las 79,539 hectáreas estimadas para 2024. Este crecimiento no es uniforme, sino que refleja un fuerte impulso por parte de varios actores clave en la región.

El crecimiento promedio anual de las áreas sembradas se estima en 21.12% durante este período, reflejando la confianza y el compromiso de estos actores con la producción de soya. Se proyecta que sembrarán en total más de 147.500 hectáreas anuales, entre 2025 y 2029, una cifra que casi duplica las áreas estimadas de siembra para 2024.

Planteando seis escenarios de productividad para la expansión de áreas de siembra de soya en la Altillanura, se muestran diferentes posibles resultados en términos de producción total para 2029. Según la productividad esperada por hectárea, la producción podría variar de 439.916 toneladas, en un escenario de baja productividad (2.25 T/Ha), hasta 684.313 toneladas en el escenario más optimista (3.50 T/Ha).

En términos de autosuficiencia, estos incrementos en la producción tendrían un efecto positivo en la reducción de la dependencia de importaciones. Partiendo de una autosuficiencia actual estimada en 30%, los distintos escenarios (****) muestran que, en el mejor de los escenarios de productividad, la producción podría llegar a 660.00 toneladas en 2029, en poco más de 195.000 hectáreas.

Esto implica el incremento de la producción, frente al estimado actual de la Altillanura para 2024 que es 288%, con lo cual la autosuficiencia pasaría del 30% ya mencionado, al 79% en 2029, utilizando como fuente de información para el consumo de ese año las proyecciones de la FAO-OCDE.

En el escenario de productividad menos optimista, los niveles de autosuficiencia llegarían a 55% para el año 2029, con incremento en la producción de 172%, para llegar a 464 mil toneladas. En el escenario medio de productividad, la autosuficiencia cubriría dos tercios del consumo, con la producción equivalente a 562 mil toneladas.

Este aumento sostenido no solo contribuirá a la autosuficiencia en la producción de soya, reduciendo la dependencia de importaciones, también potenciará el desarrollo económico y social en la Altillanura, consolidándola como un pilar clave en la agroindustria nacional.

(*) Ex ministro de Agricultura.

(**) Todos los cuadros y gráficos son de elaboración propia del autor.

(***) FAO: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. OCDE: Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.

(****) Los 6 escenarios se convirtieron en tres: E1 (2,25-2,50); E2 (2,75-3,00) y E3 (3,25-3,50) toneladas por hectárea.

 

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